Heredando el negocio familiar
No es algo inusual escuchar a tantos CEOs, Directores Generales o dueños de empresas decir “mi hijo heredará el imperio” “Juanito Jr. tomará las riendas del negocio”.
Esto suena ideal, poético incluso “lógico”; pero es una idea que simplemente está arraigada en el deseo del empresario de que así ocurra. Es natural ¿no? Juanito Jr. nació con una ventaja y por ese pequeño hecho basado en un contexto biológico, (haber nacido en el seno familiar) que lo facultó desde el momento de su concepción en ser “el elegido”.
¡Hombre el chico sólo tuvo que nacer! Pensemos por un momento en esto: el hecho de haber llegado al mundo en las circunstancias mencionadas, ¿lo califica para tomar las riendas de una empresa que tardó años en construirse? Esos años de trabajo duro, estudio, análisis y creación ¿van a entregarse al heredero en cuestión?
Parece la decisión “natural” pero lo único natural en este contexto fue el nacimiento de Juanito Jr. Toda la creación mencionada para establecer dicha empresa no se dio por un acto natural definitivamente. Quién no querría que su hijo tomara las riendas del negocio para entonces finalmente retirarse a descansar y viajar en paz por el mundo sin preocuparse de que el imperio continúa existiendo y mejor aún: expandiéndose.
Sin embargo como ocurre en general, existen al parecer dos polos opuestos a la hora de pensar o formular ideas: “lo que me gustaría que sea” y “lo que debería ser”. Sin embargo en el ámbito de formular ideas y en aras de tener el grado máximo de certeza al formularlas no se debería dejar de lado la siguiente: “lo que es”.
Estos tres estilos ideológicos tienen utilidad siempre que se apliquen a la idea o frase precisa. La idea es “¿quiero que mi hijo continúe el negocio familiar?” o es “¿deseo que la empresa florezca, prospere, y se mantenga creciendo hacia el infinito? Claro uno podría decir: “Evidentemente lo que quiero es que mi empresa siga floreciendo, prosperando y creciendo al infinito bajo las riendas de Juanito Jr”. Claro, la combinación de ambas sentencias es la ideal (nótese que es ideal básicamente para el padre, no para todos los empleados y personas que dependen de esa empresa, incluso para todos los que ayudaron a construirla; suena duro pero es así). Por supuesto existen diversos casos en los que el hijo incluso pudo aumentar el éxito y continuidad de la empresa y casos en los que fue llevada al fracaso en una fracción del tiempo que tomó construirla.
¿De qué depende esto?, del propósito, competencias y empuje del individuo puesto a cargo, no de su situación consanguínea. Veamos una definición de "familia": Conjunto de ascendientes, descendientes y demás personas relacionadas entre sí por parentesco de sangre o legal. Sería idóneo para lo que nos ocupa, que la definición continuará así: "Los individuos pertenecientes a una misma familia son en automático aptos para dirigir cualquier proyecto o empresa familiar o ajena".
Definitivamente podríamos ponernos muy científicos al respecto: “Juanito Jr. tiene los genes para ser un ganador, al fin y al cabo es de mi sangre”. Pero cada individuo es único y con su conjunto de habilidades por desarrollar o natas.
En definitiva; uno puede construir a un hijo tal y como se puede construir y preparar a un EjecutivoTambién se debe considerar algo que puede parecer muy obvio o que se daría por sentado: “Mi hijo quiere ser el heredero del dinero que tengo o de la empresa” y aunque puede verse una evidente relación entre ambas cosas la realidad nos ha podido enseñar que no siempre es así. Está claro que todos apreciamos el dinero pero no significa que podamos darle el valor y pasión a la empresa que lo produce; principalmente cuando no fue producto de nuestro trabajo y esfuerzo. Puedes observar el nivel de felicidad de un adolescente que compra su primera bicicleta después de ahorrar por meses o por haber lavado el carro 50 veces, comparada con el hijo que recibe de regalo un automóvil último modelo. Más importante aquí; es probable que la bicicleta sea más cuidada que el automóvil último modelo que podría terminar estrellado en una noche de farra y fiesta.
En definitiva; uno puede construir a un hijo tal y como se puede construir y preparar a un Ejecutivo incluso con la ventaja adicional de la responsabilidad inminente al ser “El hijo de…” pero esto lleva todo un proceso ideológico, conocimiento del negocio desde sus raíces, líneas de producción más elementales y la certeza de que en verdad es lo que desea hacer; porque al final si el objetivo y propósito de hacer algo nace de la persona es probable que tendrá un mayor éxito para lograrlo, ya sea ser astronauta o el nuevo CEO de la empresa familiar.
En síntesis, podemos reflexionar entre tomar decisiones con el corazón o con la cabeza. El amor por un hijo es algo inevitable pero no lo confundamos con el amor por lo que tanto esfuerzo llevó construir.