¿Quién es el problema? El ejecutivo o los subordinados
Muchas veces, el ejecutivo de una empresa se ve “ocupado” y metiendo sus narices en todo. Aparentemente, a los ojos de los demás o incluso de él mismo, al ser el “jefe” debería tener la solución para los problemas de todos sus subordinados. Claro, si él está allí es porque seguramente sabe todo lo relacionado con su negocio o al menos lo suficiente para dirigirlo.
Tener esa sensación de “cuando no estoy todo se cae” puede dar la idea de que es un gran ejecutivo y es imprescindible que esté todo el día inmerso en las actividades de la empresa, controlando cada partícula inmiscuida en su ruta crítica de negocio. Algunos hasta claman con orgullo esta situación; “estoy demasiado ocupado, no puedo dejar mi negocio (área) ni un momento”. Sin embargo, objetivamente hablando, el estar en esta situación por un tiempo prolongado solamente es una muestra de que ese ejecutivo superior no está pudiendo construir un equipo sólido, comprometido y organizado.
Observemos a un director de orquesta; agitando vigorosamente su batuta para marcar el ritmo y la expresión de una obra musical, no lo encontramos tocando cada uno de los instrumentos; él dirige y el resultado final crea armonía y comunicación entre todos los integrantes de la orquesta.
El ejecutivo hace que los demás hagan el trabajo, su misión principal es la planeación estratégica de su área y obtener los resultados de la misma por medio de la contratación y entrenamiento continuo del personal que se requiere.
Él pregunta, ¿dónde están los resultados?, ¿a qué hora está terminado este proyecto?, ¿por qué no está terminado?, desatora e investiga solamente lo necesario para obtener los resultados. Él no los produce ni los elabora, él obtiene que se logren y lo hace trabajando con su equipo. En el momento en el que el ejecutivo tiene que hacerlo él mismo y adquiere la compulsión por controlar todo, es cuando pierde el punto de vista.
Cuando resuelve los problemas de sus subordinados les impide crecer y se ata cada vez más a la silla.
Escuchamos con frecuencia a los subordinados preguntar “¿está bien esto?”; al responder, el ejecutivo está asumiendo la responsabilidad sobre ese tema. Las cosas están bien o no lo están de acuerdo a los parámetros establecidos en la operación. Si el ejecutivo se encuentra frecuentemente respondiendo a este tipo de preguntas podría tratarse de un tema de capacitación o de simplemente impulsar a que los subordinados comiencen a declarar si algo está bien o no lo está en lugar de estar preguntando. Cualquiera que sea la razón, el ejecutivo debe construir a su personal para lograr que ellos tomen responsabilidad, permitir que evolucionen y sepan cuando algo esté bien o no.
Porque uno puede pensar que todos los que se encuentran a nuestro cargo son personas menos capaces y al final uno tendrá que hacer todo o tomar las decisiones finales.
Es un hecho que ninguna persona puede replicar al 100% a otra. No todos van a pensar y actuar exactamente como lo haríamos; tendríamos que tener bajo nuestro mando a un ejército de clones hechos a partir de nosotros. El objetivo no necesariamente tiene que obedecer a la idea de: lograr que todos piensen y actúen como yo lo haría; el objetivo real es lograr que hagan el trabajo; tal vez lo hagan con otro estilo o con otro matiz, pero en definitiva lo que nos atañe es que lo hagan y que su resultado tenga valor de negocio.
él dirige y el resultado final crea armonía y comunicación entre todos los integrantes de la orquesta.Un ejecutivo que se ha construido como tal, quiere resultados y que su área o empresa se expanda y asegure su expansión futura. Cuando alguna vez escuchemos a alguien decir “tengo todo el tiempo del mundo mi empresa funciona sin que yo tenga que estar allí”, sabremos que ante nosotros se encuentra un verdadero ejecutivo que ha logrado construir un gran equipo capaz, confiable y que obtiene los resultados esperados.